Un Recuerdo Agonizante

La mente comenzó su típico viaje por los recuerdos más nublados que se archivan en los pasillos oscuros de la mente, esos pasillos en tinieblas, llenos de polvo y polillas que con el paso del tiempo deterioran esos escasos recuerdos de la compañía de ella, evidencia de que algún día fui amado y protegido. 

Veloz como relámpagos, veo su sonrisa sin poder detener ni un segundo esa imagen tan tierna, pero el confort de presenciarla sigue tan claro como un manantial, que ironía que nuestro corazón tiende a recordar con más claridad que nuestro cerebro. Por desgracia las imágenes de los ojos solo llegan a la mente, dejando al corazón ciego.

Su piel canela y su aroma a fogón  por suerte permanecen intactos. En mis cuarenta y tres años no he encontrado a alguien igual. Esa tez equilibrada, ni muy clara para ser blanca, ni muy oscura para ser morena. Me colgaba a su espalda mientras ella giraba y el olor a humo de su negro cabello ondulado se esparcía, haciéndome aspirar la mejor droga que he consumido.

Y allí todo acaba, cada vez recuerdo menos, hay días afortunados en el que recuerdo vivencias nuevas pero así como la marea baja, desaparecen. No entiendo cómo alguien que iluminó tu vida sea olvidada tan fácilmente, que injusticia, mientras que los seres oscuros me trajeron recuerdos tan claros como ver una película.

Las bocinas del metro anuncian mi estación. Me levanto y camino hacia la puerta a esperar que se abran mientras el metro se detiene. A mi izquierda un niño Moreno abraza a su mamá sentado en sus piernas mientras duerme. Que envidiable, la seguridad de depender de alguien que daría todo por ti, algunos las disfrutan por más tiempo que otros.

Alonzo Rivas

alonzojrd2020@gmail.com

3 respuestas a “Un Recuerdo Agonizante

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